Sí, aún existen. Aún hay profesionales del marketing y la comunicación que se niegan –valga la redundancia– a negar. Que prescinden de un redactado por estar formulado en negativo o, directamente, por empezar o contener la palabra “no”. Sí, en este siglo. Y ocurre mucho más de lo que piensas.
Claramente hablamos de gente a la que nadie le ha dicho que “NUNCA un Patek Philippe es del todo suyo. Que suyo es el placer de custodiarlo hasta la siguiente generación” o que “Hay cosas que el dinero NO puede comprar. Para todo lo demás, Master Card”, frases que, para esos que nos dedicamos a esto de la redacción publicitaria, está claro que marcaron una época. Pues bien, este artículo es para intentar recuperar a estos –no tan pocos– rezagados y darles la bienvenida al s.XXI con tan solo 25 años de retraso.
El "no" es una herramienta de redacción poderosa que, como todo recurso disruptivo, requiere de contexto, claridad y balance. Pero que, si se usa con intención estratégica, puede marcar la diferencia entre un mensaje invisible y uno inolvidable. Más si tenemos en cuenta que, a día de hoy, los mensajes caen sin cesar por nuestros feeds de Instagram o Tik Tok como insignificantes gotas de lluvia en una tormenta de primavera. ¿Y si un simple “no” fuera ese trueno que hace que todo se pare por un instante?
Los mensajes negativos, por lo general, llaman la atención de inmediato, aunque solo sea por el mero hecho de hacer lo contrario a lo que se supone que se debería hacer. También son mensajes que potencian el pensamiento crítico, ya que invitan al receptor a cuestionar lo que creía o esperaba, generando un pequeño conflicto cognitivo que puede aumentar la atención y el recuerdo del mensaje. Rompen mitos y clichés, lo cual es de gran utilidad a la hora de reposicionar categorías, productos o servicios, desmontando así ideas preconcebidas. Y enfatizan soluciones, ya que empezar un mensaje negando un problema hace que automáticamente te fijes en la solución que se propone.
Nadie pone en duda de que se trata un recurso arriesgado que debe manejarse con precisión, es cierto. Pero se supone que los que nos dedicamos a trabajar con las palabras deberíamos ser conscientes de ello y saber aplicarlo con efectividad. Y es que –y esto no solo aplica a la redacción, sino a toda la creatividad en cualquiera de sus formas– negarle a un creativo la posibilidad de NO hacer lo que se supone de debería hacer, es como pedirle a un bombero que no apague un fuego. Y eso sí que es negar.
En Anónima, nunca decimos que no a un buen "no".